jueves, noviembre 16, 2006

Aventura

Vuelvo a escribir pero es que hoy me paso algo que merece una excepción a mi decisión. Ver a seres humanos cooperar para lograr un objetivo común, y sin que haya dinero de por medio, bien merece un pequeño post. Y más, si hasta salimos en el periódico! o en la radio a nivel nacional.

Hoy yo, y las decenas de personas que viajaban conmigo en el tren número 8005, vivimos una de esas aventurillas que por divertidas y no peligrosas dejan un buen recuerdo en la mente. El tren Palencia-Madrid circulaba tranquilamente, cuando a escasa media hora de llegar a su destino se detuvo. Unas enormes piedras se había desplomado sobre la vía por la que circulabamos. Un tren que segundos antes circulaba por la via contraria había avisado al conductor del desprendimiento. Eso evito el choque y la fortuna el descarrilamiento si las piedras hubieran caido minutos despues.

Evitado el peligro, sólo nos quedaba esperar la hora que como mínimo nos había dicho que tendríamos que estar allí mientras venían un jefe de obras y una máquina desde Madrid. Y entonces sucedió! Unos cuantos pasajeros empezaron a hablar, y decidieron bajar para intentar apartar ellos mismos las piedras. Vagón por vagón más se les fueron unieron -hombres, para ser justa-. Palancas de madera, colaboración y fuerza nos sacaron de allí.

El viaje se reanudo sin problemas. Lo más bonito, el ambiente que hubo en esa última media hora de viaje en el vagón. Aplausos a los valientes, agradecimientos del maquinista y el interventor, risas y personalmente una sensación de humanidad.

He montado en ese mismo vez tantas veces que sería dificil decir un número. Habitualmente un hola, y excepcionalmente un adiós, es lo que intercambias con tu compañero de viaje. Pero yo ahora siempre recordaré a ese muchacho que estando mal del corazón bajo a quitar esa piedra para que todos pudieramos llegar a nuestro destino.

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