miércoles, abril 18, 2007

La belleza pasa desapercibida

El País publico hace algunas semanas el siguiente reportaje:

La belleza pasa desapercibida
Viernes, 12 de enero de 2007. Hora punta en una estación de metro en la ciudad de Washington. Un músico toca el violín vestido con vaqueros, una camiseta y una gorra de béisbol. El instrumento es nada menos que un Stradivarius de 1713. El violinista toca piezas maestras incontestables durante 43 minutos. Es Joshua Bell (Estados Unidos, 1967), uno de los mejores intérpretes del mundo. Tres días antes había llenado el Boston Symphony Hall, a 100 euros la butaca. No había caído en desgracia, sino que estaba protagonizando un experimento recogido por el diario The Washington Post: COMPROBAR SI LA GENTE ESTÁ PREPARADA PARA RECONOCER LA BELLEZA
[...] A los 43 minutos habían pasado ante él 1.070 personas. Sólo 27 le dieron dinero, la mayoría sin pararse. En total, ganó 32 dólares. No hubo corrillos y nadie le reconoció.
[...] Expertos citados por el diario aseguran que el contexto importa, y que una estación de metro en hora punta no permite que la gente aprecie la belleza. Mientras, Bell recuerda con amargura los peores momentos: cuando acababa una pieza, nadie aplaudía.
Sólo una persona se detuvo seis minutos a escucharle. El treintañero John David Mortensen, funcionario del Departamento de Energía de EEUU, quien declara al periódico que la única música clásica que conoce son los clásicos del rock. "Fuera lo que fuera" lo que estaba tocando el virtuoso, declara Mortensen, "me hacía sentir en paz".


ME PREGUNTO SI YO ME HUBIERA PARADO. Nunca me ha gustado correr por el metro como si de una carrera de obstáculos se tratara, pero a veces la masa te guía, y te encuentras de pronto corriendo para no perder el tren, aún sabiendo que en sólo dos minutos vendrá el siguiente. Sin embargo, creo que si me hubiera parado porque una de las cosas que más agradezco es esos músicos que tocan en diversas estaciones de la ciudad y que llenan con un poco de música esos pasillos pequeños, oscuros y llenos de individualismo que forman la ciudad subterránea que es el metro.